Desde Brasilia
A lo largo de los últimos diez días Luiz Inácio Lula da Silva tuvo una serie de compromisos del más alto nivel internacional. Recibió en su despacho a los cancilleres de Estados Unidos y Rusia para hablar sobre temas centrales de la geopolítica global, como los conflictos en la Franja de Gaza -al cual se refiere como un “genocidio”- y Ucrania.
Luego de encontrarse con los enviados de Joe Biden y Vladimir Putin viajó al Caribe para reunirse con los presidentes de Venezuela y Guyana, Nicolás Maduro y Mohamed Irfaan Alí, para mediar en la crisis respecto del Esequibo, territorio rico en petróleo al cual algunos dieron en llamar el nuevo “Dubai sudamericano”.
Paralelamente propuso en una reunión del G20 – donde lo representó el ministro de Hacienda, Fernando Haddad- acordar un impuesto sobre las fortunas de los “superricos”.
La proyección alcanzada por el petista como uno de los líderes del sur global parece estar fuera de discusión: tal como lo demuestran su agenda y la repercusión de sus declaraciones.
Israel
Durante la cumbre de la Celac (Comunidad de Estados latinoamericanos y del Caribe), realizada el viernes en Kingston, capital de San Vicente y las Granadinas, propuso llevar ante la ONU una moción conjunta por el cese al fuego inmediato en Gaza.
Haciendo una distinción entre el pueblo israelí y su gobierno, denunció la “carnicería” perpetrada por la administración del primer ministro Benjamin Netanyahu.
El pronunciamiento ante todos los gobiernos hemisféricos, salvo los de Estados Unidos y Canadá, estremeció el ya tenso vínculo con Netanyahu, para quien el brasileño es una “persona no grata”.
Por cierto, tras varios meses de fuego diplomático cruzado, las relaciones con Tel Aviv penden de un hilo: el embajador brasileño Frederico Meyer fue llamado de regreso a Brasilia. Al tiempo que el embajador israelí Daniel Zonshine, aliado del jefe ultraderechista Jair Bolsonaro, fue convocado para dar explicaciones por el ministro de Relaciones Exteriores, Mauro Vieira.
Opción preferencial de Lula
Al hablar ante sus colegas de Colombia, Bolivia, Honduras, Cuba y Venezuela entre otros, Lula dijo el viernes que es urgente dar un “basta al castigo colectivo que Israel le impone al pueblo palestino”.
Brasil ha hecho una “opción preferencial por la paz” en Gaza, Ucrania y Haití. Esa frase trajo reminiscencias de la “opción preferencial por los pobres” defendida por el PT en los años ochenta cuando trabajaba codo a codo con la Iglesia católica y las comunidades eclesiales de base inspiradas en la Teología de la Liberación. Esa expresión no fue dicha porque sí en el evento de la Celac.
Desde octubre del año pasado, cuando Brasil ocupó la presidencia rotativa del Consejo de Seguridad de la ONU, Brasil ha exigido el cese de las hostilidades y repudiado toda forma de violencia, incluyendo aquellas inspiradas en alguna forma de extremismo religioso. Al mismo tiempo impulsó el establecimiento de corredores humanitarios y demandó que Hamas ponga en libertad a los rehenes.
Netanyahu-Bolsonaro
No se observa en el corto plazo un horizonte de distensión con Netanyahu, quien exigió disculpas por parte del petista a quien le atribuye haber comparado la ofensiva contra Palestina con el Holocausto nazi. De hecho el líder sudamericano nunca utilizó la palabra Holocausto pero llegó a mencionar al régimen de Hitler durante la gira que realizó a febrero por Etiopía y Egipto.
Al margen de sutilezas semióticas sobre lo dicho por Lula en Adis Adeba (capital etíope), el Palacio del Planalto ratificó su decisión de mantenerse en sus trece.
“Nosotros no tenemos por qué disculparnos, quien tiene que pedir disculpas es el estado de Israel frente al mundo por las barbaridades que suceden”, declaró el asesor internacional, Celso Amorim.
Sionismo y evangelismo
Detrás del duelo diplomático con Tel Aviv el Planalto considera que la administración Netanyahu ha estado inmiscuyéndose donde no debe: esto es, en asuntos de la política interna brasileña.
Las investigaciones sobre el golpe de Estado lanzado en enero de 2023 revelaron que agentes de los servicios de inteligencia, infiltrados por el bolsonarismo, hicieron espionaje ilegal a través de un software israelí.
Ese equipamiento también habría enviado informaciones sigilosas de la administración petista a Israel, según las averiguaciones aún inconclusas.
A la par se observó la injerencia del embajador israelí Zonshine en favor de Bolsonaro a quien acompañó al Congreso, cuando se denunció una supuesta complicidad de Lula con Hamas. Los mismos diputados evangélicos que recibieron al diplomático acaban de elaborar un pedido de impeachment contra Lula por su posición en Medio Oriente.
El peso político de esta “mutinacional” de la fe formada por las iglesias neopentecostales que respaldan a Israel, evidenciado en la crisis Brasilia- Tel Aviv, “no tiene antecedenetes en Brasil”, plantea el historiador João Cézar de Castro Rocha.
El país de la Teología de la Liberación católica en los 80, del ascenso de la Teología de la Prosperidad pregonada por los pastores en la primera década de este siglo a la actual “Teología del Dominio que acepta la imposición violenta de un orden político no democrático; Es una forma de teología que legitima a políticos como Trump, Netanyahu, Bolsonaro y Milei”, asegura el historiador.
Pastores sionistas
El domingo 25 de febrero Bolsonaro organizó un acto en San Pablo, con tufillo golpista, en el cual iba a estar el embajador de Israel, que finalmente no fue de la partida.
El maestro de ceremonia fue el pastor Silas Malafia, un evangélico sionista. Fueron los operadores de Malafia quienes diseñaron la escenografía del evento donde una multitud de manifestantes vestidos con la camiseta de la selección enarboló banderas de Israel.
A una mujer con la bandera israelí cubriéndole la espalda le preguntaron sobre el porqué de su adhesión a ese país. “Porque ellos defienden valores cristianos”, devolvió de inmediato.
Cuando el periodista le informó que la población de aquel país es mayoritarimente judía no cristiana, la señora no supo que responder.
Mediante el adoctrinamiento persistente, el partido de los pastores consolidó un rebaño de creyentes enceguecidos y bolsonaristas. De esa base social surgió buena parte de la masa de maniobras que, conducida por comandos militares, los “black kids”, invadió el Planalto, en el intento de golpe fallido.
Michelle Bolsonaro, la esposa del exgobernante, abrió la manifestación del 25 de febrero con una plegaria incendiaria en la que llamó a unificar la fe con la militancia política. Su discurso fue una pieza típica de la “Teología de la Dominación, el 25 de febrero pudo haber sido un corte” en la historia política brasileña, dijo el historiador Castro Rocha.