Desde Río de Janeiro
País de contradicciones, Brasil vivió desde la noche del pasado domingo escenas de la más pura alegría de los electores de Lula da Silva en contraste con el silencio radical del derrotado ultraderechista Bolsonaro.
En pocas ocasiones, al menos en la historia más reciente de Brasil, la expresión “silencio de sepulcro” ha sido tan justificada como ahora, frente al mutismo absoluto de Bolsonaro luego de la derrota.
Tal sepulcro, sin embargo, se refiere solamente a la trayectoria política del desequilibrado que supo ser el peor presidente de la Historia de mi país.
Acorde a lo que reveló en un lapsus rarísimo de lucidez y honestidad en el último debate frente a Lula realizado por la TV Globo, Bolsonaro podrá a lo sumo presentarse como candidato a diputado nacional (en aquella ocasión él se refirió a su postulación a diputado, y no a presidente). Y en este mi país degradado, seguramente será vencedor.
Por su vez, la herencia maldita que él dejará cuando sea catapultado del sillón presidencial, el “bolsonarismo”, está muy lejos de cualquier sepulcro. Al revés: muestra una vitalidad asombrosa. Han depositado en las urnas casi la mitad de los votos, con más electores que en la primera vuelta. La victoria de Lula ocurrió por una diferencia menguada, dos millones y pico de votos.
Son muchísimos los brasileños que no logran salir del asombro al constatar el número enorme de extremistas de derecha que no solo callan frente a la devastación de mi pobre país como respaldan a su principal responsable, dando al criminal en cuestión casi la mitad del total de votos.
Hay, sin duda, un sinfín de explicaciones para ese número inmenso de apoyadores al Genocida, a empezar por la ignorancia política y social, por la misoginia y el racismo, pero también por haber permanecido, por muchísimo tiempo, en las sombras.
Tal asombro, en todo caso, no significa desconocer el potencial de daños y peligros que esa multitud encarna.
Luego del anuncio de la victoria de Lula no hubo, como se temía, una explosión de violencia por las calles del país.
Pero este lunes camioneros paralizaron carreteras por todo el país, en una muestra concreta de lo que podrá venir de ahora en adelante.
A Bolsonaro le quedan dos meses antes de que Lula asuma la presidencia. ¿Cómo hará la transición en ese periodo, según determina una ley de los tiempos del expresidente Fernando Henrique Cardoso? ¿Qué medidas explosivas adoptará en la economía, también prohibidas por ley, para dañar aún más la herencia maldita que dejará al sucesor?
Sí, sí, sobran motivos para creer que la tensión permanecerá vigente hasta que esa figura dantesca sea catapultada del sillón presidencial.