Desde Río de Janeiro
Así lo saludamos, cada una de las 580 mañanas que estuvo en la cárcel y le dijimos buenos días desde la vigilia frente al predio de la Policia Federal en Curitiba. Ahora, por fin, sabemos cómo se sintió: como los muertos vivientes, cuando intentaron convertirlo en un cadáver político, según las palabras de Lula.
Intentaron asesinarlo políticamente. Buscaban no sólo aislarlo del pueblo, sino también liquidarlo moralmente. Fue condenado a nueve años y medio de prisión, por referirse al dedo que había perdido en una máquina, trabajando como obrero. Le impidieron ir al funeral de su nieto más querido. Le impidieron hablar a la gente.
No pudimos verlo. Su celda daba al otro lado del odioso edificio. Sabíamos que nos estaba escuchando. Cuando fui a visitarlo, me habló de la alegría de empezar el día con nuestro ¡buenos días! El respondía a los Buenas noches, presidente Lula, haciendo parpadear la luz de su celda.
Ahora es posible conocer plenamente cómo se sintió cuando salió, totalmente victorioso, de ese período atroz de su vida y de la historia de Brasil, que se confunden. Nos entristece imaginarlo sintiéndose condenado a ser un muerto viviente por ese sistema, que fue el primer enemigo que mencionó en su primer discurso, luego de ser elegido, nuevamente, presidente de Brasil.
Pero sentimos una inmensa alegría al verlo, una vez más en su vida, dar la vuelta. Renacido de sus propias cenizas, no solo como un hombre libre, sino una vez más como presidente de Brasil.
Que volverá a subir la rampa del Palacio del Planalto, con la banda presidencial. Que volverá a dirigir al país, a rescatarlo de la peor crisis de su historia. Que volverá a ser el mejor presidente que tuvimos y tendremos, por siempre.
¡Buenos días, presidente Lula! ¡Vendrán muchos días más en los que los saludaremos así, ahora en libertad, ahora nuevamente como nuestro Presidente!. Tu vida es una eterna escalada para superar los obstáculos: del hambre, del frío, de la tristeza. Los verdugos te llevaron, en aquel triste día de domingo, desde el Sindicato de Metalúrgicos, tu cuna política, a esa odiosa celda en la que te encerraron.
Quienes te llevaron de vuelta a la presidencia de Brasil fueron tus compatriotas del nordeste, los más pobres, las mujeres, los negros, todos los que confían en ti, que creen en ti, que reconocen en tu gobierno el mejor momento de la historia de Brasil.
¡Buenos días, presidente Lula! Serán nuevos tiempos para Brasil. Poder escucharlo, todos los días, como nuestro presidente, hablando, compartiendo los problemas de rescatar al país de la catástrofe que cayó sobre el país y todos los brasileños.
Volveremos a sentirnos orgullosos de tener un presidente como Lula. Tener un gobierno que vuelva a cuidar de todos. Retomar un camino en el que el pueblo defina el destino del país.
¡Buenos días, presidente Lula! Bienvenido a la presidencia de Brasil. Siempre estuviste en el corazón de todos los brasileños. Ahora volverá a estar en la dirección de todos los brasileños, de todo el pueblo brasileño.
Han pasado cinco años terribles desde que dieron un golpe de Estado contra el PT, como única forma de sacarnos del gobierno. Desde aquel terrible día, Dilma recordó, de manera emotiva, cuando tuvieron que abandonar el Palacio del Planalto.
Que nunca más te persigan, que nunca más tengas que sentirte muerto vivo, que nunca más te encierren en una celda como esa.
Que cada vez que le decimos buenos días, presidente Lula, nos responda, con su sonrisa y su abrazo. Que cuando decimos buenas noches, presidente Lula, no necesite parpadear la luz, de lejos, sino parpadear sus ojos claros, que seguirán, para siempre, iluminando nuestras vidas!