El triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil puso en agenda el relanzamiento de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) luego de que, entre 2018 y 2020, siete de sus doce miembros decidieran retirarse.
El informe “Hacia una nueva Unasur”, elaborado por el exministro de Relaciones Exteriores de Ecuador, Guillaume Long, y la asesora legal de la Asamblea Nacional ecuatoriana, Natasha Suñé, plantea que reactivar al organismo regional se vuelve urgente en un mundo marcado por el conflicto entre Rusia y Ucrania y cada vez más dividido en bloques.
“Hay una buena coyuntura política a nivel regional para relanzar la Unasur. Yo creo que Argentina y Brasil tienen que jugar un rol de liderazgo en esto y pueden hacerlo”, explica Long en diálogo con Página/12.
La época dorada de la Unasur
Este organismo de integración nació en 2008 impulsado por el fallecido presidente Hugo Chávez y apuntalado por otros líderes regionales como el presidente Lula. Su bautismo de fuego fue ese mismo año con una declaración a favor del orden constitucional en Bolivia, en medio de una crisis política con protestas en la ciudad de Santa Cruz a favor de una mayor autonomía que se tornaron violentas y dejaron decenas de muertos.
La Unasur también siguió de cerca y denunció el golpe de Estado contra el presidente hondureño Manuel Zelaya en 2009, el amotinamiento policial contra el gobierno de Rafael Correa en Ecuador un año después, el golpe contra el presidente paraguayo Fernando Lugo, destituido por el Senado en un juicio político exprés en 2012, o el impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff en Brasil en 2016, que marcaría un antes y un después para el organismo regional.
El desgaste político y mediático de algunos gobiernos progresistas, en algunos casos con más de una década en el poder, la caída del precio de las materias primas y el inicio de una aguda recesión económica entre 2015 y 2017 marcaron, según el informe de Long y Suñé, un giro hacia los gobiernos conservadores en América latina. Aunque esos procesos fueran luego revertidos en varios casos, en su momento significaron para Long el retorno del bilateralismo con Estados Unidos.
La etapa de desmantelamiento
En ese contexto de crecimiento de las derechas en la región, siete países denunciaron el tratado constitutivo de Unasur, y varios de ellos lo hicieron de forma inconstitucional, fuera de los procedimientos que habilita su propio derecho interno. Los casos más flagrantes fueron los de Brasil y Argentina. “Brasil denuncia el tratado constitutivo mediante un decreto de Jair Bolsonaro, cuando la Constitución brasileña de forma muy taxativa establece que para salir de un tratado internacional se tiene que pasar por el Congreso. Y en el caso de Argentina, el expresidente Mauricio Macri ni siquiera firmó un decreto sino que mandó una nota a Ecuador, país depositario del tratado, diciendo que Argentina se salía, cuando también la Constitución es muy clara en decir que primero se tiene que pasar por el Congreso”, detalla Long.
En ambos casos, sumados a los de Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay y Uruguay, se usó el pretexto de la acefalía para salir de la Unasur: efectivamente no había secretario general en funciones desde que salió el expresidente colombiano Ernesto Samper en enero de 2017. Para reemplazarlo el entonces gobierno de Mauricio Macri propuso un candidato, el embajador José Octavio Bordón, quien fuera embajador en Chile y Estados Unidos. Pero no hubo consenso entre los doce países, y ese es uno de los problemas identificados en el informe si se quiere pensar en una nueva Unasur. “Aunque ese no es el espíritu, el consenso significa que cualquier país tiene un poder de veto: si es que cualquiera de los doce se oponen a una decisión, esa decisión no pasa. Y de forma reiterada hubo ese problema con la elección de secretarios y secretarias generales. Después de Samper no hubo forma de consensuar un nombre, pero tampoco antes”, plantea Long.
En todo caso, para el excanciller ecuatoriano la razón oficial para salirse del organismo fue política y tuvo que ver con “el gran giro hacía una derecha bastante radical durante estos años bajo el liderazgo de Trump en la región”, lo que trajo consigo “un renovado monroísmo“. También impactó fuerte en Unasur el tema Venezuela, debido a que en un momento se volvió importante para la derecha regional aislar al gobierno de Hugo Chávez primero, y Nicolás Maduro después, buscar salir de las organizaciones en las que estaba Venezuela o sacarla de bloques como el Mercosur. Venezuela se volvió un tema político polarizante y fue así que, por ejemplo, nació el Grupo de Lima.
Fue precisamente a Nicolás Maduro y otros once presidentes de la regíon a quienes exmandatarios, excancilleres, exministros, parlamentarios e intelectuales sudamericanos pidieron días atrás que colaboren en el lanzamiento de una nueva Unasur. La carta, firmada por los exmandatarios Michelle Bachelet (Chile), Rafael Correa (Ecuador), Eduardo Duhalde (Argentina), Ricardo Lagos (Chile), José “Pepe” Mujica (Uruguay) y Dilma Rousseff (Brasil), entre otros, señala a la Unasur como “la mejor plataforma para reconstituir un espacio de integración”.
Actualmente el organismo regional sólo conserva a cinco de sus doce miembros originales: Bolivia, Perú, Venezuela, Guyana y Surinam. La realidad es que mientras al menos dos Estados sigan perteneciendo a ella, la Unasur seguirá existiendo jurídicamente a nivel internacional. Si existe la voluntad política, no existe impedimento legal alguno para que pueda ser relanzada por sus Estados miembros.
Una apuesta hacia la convergencia
Si los Estados optan por reactivar la Unasur, deberá readaptarse para no sufrir el impacto de una potencial nueva oleada de derecha. Es así como Long pone un fuerte énfasis sobre la necesidad de retomar la agenda de la convergencia entre la Comunidad Andina, el Mercosur y otros organismos regionales. También resulta importante debatir el llamado proveniente del entorno del electo presidente Lula en Brasil, para la creación de una moneda regional común, un proyecto que también implicaría la constitución de un banco central sudamericano.
Una Unasur revitalizada también podría impulsar una mayor diversificación económica, dar vuelta la matriz productiva para dejar de ser una región que principalmente exporta materias primas. “Creo que en estas alturas de nuestra historia y con una Guerra Fría que se aproxima a pasos agigantados entre Estados Unidos y China, el sur global tiene que generar bloques regionales. Caso contrario vamos a seguir con el bilateralismo de siempre, y eso en la primera Guerra Fría significó alineamiento fundamentalmente con los Estados Unidos”, insiste Long, para quien la única manera de negociar en condiciones favorables con las grandes potencias es como bloque, imponiendo condiciones y algún tipo de regulación en términos económicos, laborales y ambientales.
Para Long se trata en definitiva de un “ejercicio de convencimiento” en el que Brasil y Argentina deberán asumir un rol de liderazgo. “Hay un imaginario, y yo creo que a veces con mala intención política, que busca vincular a la Unasur a una propuesta política ideológica radical o chavista. Y yo creo que hay que convencer al centro, incluso a la derecha, de que la Unasur es un proyecto estratégico para la región, que no es un proyecto ideológico”, sostiene el diplomático ecuatoriano.
El ejemplo brasileño es claro: tanto Fernando Henrique Cardoso como Lula da Silva han estado a favor de la construcción de un eje sudamericano. El único presidente brasileño que estuvo realmente en contra de esta idea de integración sudamericana fue Jair Bolsonaro, ya que ni siquiera el exmandatario de facto, Michel Temer, denunció a la Unasur. Por eso, para Long “la integración sudamericana tiene que avanzar y creo que al fin vamos a ver eso con Lula”.