Página/12 en Italia
Desde Roma
El Papa Francisco no se detiene ante las muchas actividades programadas para la Semana Santa, aunque el viernes por la noche, cuando debía presidir el Via Crucis que se realizó en el Coliseo, no estuvo presente y lo siguió desde Casa Santa Marta donde vive.
El sábado a la noche, en cambio, presidió la Vigilia Pascual en la basílica de San Pedro como estaba previsto. Llegó en silla de ruedas poco antes de las 19.30 para una liturgia que duró al menos dos horas. En la homilía, el Papa argentino recordó los “escollos de muerte” que “nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante”, y entre éstos, “los muros del egoísmo y de la indiferencia, que repelen el compromiso por construir ciudades y sociedades más justas y dignas para el hombre”, y “los anhelos de paz quebrantados por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra”.
El viernes, la oficina de prensa vaticana informó a último momento que el Papa no estaría presente en el Via Crucis. Se tomó esta decisión para protegerlo, considerando las numerosas actividades que tenía programadas para el sábado (Misa y vigilia pascual) y el domingo de Pascua misa y mensaje Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo).
En realidad Francisco, asistiendo al Via Crucis, habría tenido que estar más de dos horas al aire libre, de noche y con temperaturas no muy agradables, en la colina frente al Coliseo. No es la primera vez que sigue el Via Crucis desde Santa Marta. También lo hizo el año pasado.
A los 87 años el Papa Francisco está lúcido pero tiene que estar muy atento a su salud, a la rodilla que ya no le permite estar de pie por mucho tiempo, o a posibles problemas pulmonares, como tuvo el año pasado, dado que desde que tenía 21 años le falta el lóbulo superior del pulmón derecho. A veces se lo ve un poco cansado, pero es normal a su edad y con la cantidad de actividades cotidianas que lleva a cabo, entre ellas numerosas audiencias privadas con exponentes de la Iglesia, políticos y presidentes.
La intensa Semana Santa para Francisco comenzó el Domingo de Ramos cuando presidió la conmemoración en la basílica de San Pedro, y siguió el Jueves Santo con la misa del Crisma en San Pedro y por la tarde el lavado de pies y misa en la cárcel femenina de Rebibbia. El viernes, presidió la celebración de la Pasión del Señor, siempre en San Pedro –más de dos horas– y por la noche siguió el Via Crucis desde su casa. Aparte de la misa y Vigilia Pascual del sábado, el programa prevé misa el domingo de Pascua además del importante mensaje Urbi et Orbi.
El camino de la cruz
El Via Crucis es un hecho muy significativo de la Semana Santa dado que el Coliseo fue el lugar donde fueron acribillados decenas de cristianos cuando la religión no había sido aún reconocida por los antiguos romanos. Lo fue recién en el siglo IV d.C con el emperador Constantino, que reconoció al cristianismo como religión y luego fue adoptada por el Estado.
Este viernes el Coliseo fue iluminado en su interior, destacando los arcos que en círculo van diseñando los distintos niveles de lo que fue un anfiteatro para peleas de gladiadores. Varias de las estaciones del Via Crucis se hicieron dentro y otras fuera del Coliseo. Una cruz grande iluminada con velas encendidas decoraba la zona.
Dada la delicada situación internacional con dos guerras en curso, Israel-Palestina y Rusia-Ucrania, que preocupan mucho al mundo desarrollado (pero no así las de África), y el reciente atentado en Moscú, este año las medidas de seguridad para el Via Crucis fueron multiplicadas. Las zonas cercanas al Coliseo fueron cerradas al tráfico de autos y personas. En las zonas donde podían pasar los turistas habían controles especializados, aún cuando, según fuentes de los servicios especiales de la policía, no hubo ninguna amenaza particular. Se aumentó el número de agentes policiales, de carabineros, de militares por las calles y en la proximidad de lugares sensibles como embajadas, lugares de culto y el barrio judío de Roma. No obstante todo, estuvieron presentes en zonas cercanas al Coliseo unos 25.000 fieles que siguieron el Via Crucis.
Amor, mujeres, migrantes y paz
Por primera vez en 11 años de pontificado, el Papa escribió todas las meditaciones que se fueron leyendo durante las 14 estaciones del Via Crucis. Pequeños grupos con inmigrantes, monjas de clausura, familias con niños, mujeres, sacerdotes, obispos, cardenales y jóvenes iban llevando la cruz y se detenían en cada estación para entregarla a otro grupo.
En las meditaciones, que Francisco armó como si fuera un diálogo con Jesús, destacó la importancia del amor en momentos de crisis “porque el amor es el estímulo que te hace levantarte y seguir adelante. Porque el que ama no se queda derrumbado, vuelve a empezar”. Y refiriéndose a las mujeres, a las que él ha asignado puestos importantes en el Vaticano, más que otros Papas, dijo: “las mujeres no tienen voz pero se hacen oír” y pidió a Jesús “ayúdanos a reconocer la grandeza de las mujeres, las que en Pascua te fueron fieles y no te abandonaron, las que aún hoy siguen siendo descartadas, sufriendo ultrajes y violencia”.
Los migrantes, otro tema muy cercano al Papa, estuvo presente en sus meditaciones. Y dijo en su “diálogo” con Jesús: “Ahora comprendo esa insistencia tuya en identificarte con los necesitados: tú, encarcelado; tú, extranjero, conducido fuera de la ciudad para ser crucificado; tú, desnudo, despojado de tus vestidos; tú, enfermo y herido; tú, sediento en la cruz y hambriento de amor. Concédeme que pueda verte en los que sufren y que a los que sufren los pueda ver en ti, porque tú estás ahí, en quien está despojado de dignidad, en los Cristos humillados por la prepotencia y la injusticia, por las ganancias injustas obtenidas a costa de los demás y ante la indiferencia general”.
Al concluir le pidió a Jesús por la paz. “Infúndenos sentimientos fraternos y pacientes, ayúdanos a cooperar y a caminar juntos; mantén a la Iglesia y al mundo en la paz. Jesús, juez santo que me llamarás por mi nombre, líbrame de juicios temerarios, chismes y palabras violentas y ofensivas” dijo, casi en tácita alusión a las críticas que ha tenido que soportar desde que fue elegido Papa en 2013, de parte de los sectores más conservadores de la Iglesia.
El Jueves Santo
El Jueves Santo el Papa Francisco decidió celebrar la misa y el lavado de pies en una cárcel femenina de Roma llamada la Casa Circondariale, donde residen personas arrestadas que están esperando que se haga su juicio o que han tenido condenas inferiores a cinco años. Allí hizo el lavado de pies a 12 mujeres de distintas religiones y nacionalidades, entre ellas la única de la cárcel que vive con su bebé de 3 años. Las detenidas lo recibieron gritando “Viva el Papa” .
Junto a las detenidas estuvieron guardias carcelarias, monjas y voluntarias, que le regalaron al Papa un cesto con verduras cultivadas por ellas en los jardines. El Papa les regaló huevos de Pascua y un cuadro de la virgen María con el niño Jesús. El encuentro se realizó en el campo de fútbol donde juegan las detenidas y hacen cursos para poder ser entrenadoras en un futuro. Bajo una carpa blanca, el Papa hizo el lavado de pies de las mujeres, originarias de Nigeria, Perú, Filipinas, Croacia y Bulgaria. Fue la primera vez que el Papa celebró el lavado de pies sólo con mujeres, un gran símbolo de respeto. El año pasado habían sido seis detenidos y seis detenidas.