El compositor argentino Juanjo Mosalini, radicado en Francia e hijo del gran Juan José Mosalini (fallecido este año), lanzó su nuevo disco “Entre pliegues”, que le llevó 10 años de trabajo y grabó cuando sintió que era el momento de sacar un álbum de bandoneón solo, “con una marcada hegemonía y un repertorio rico dentro de su diversidad”.
Este trabajo instrumental, íntimo y esencialmente tanguero, significa para Juanjo Mosalini una suerte de síntesis de sus 30 años de trayectoria, donde vuelca su experiencia en torno al bandoneón en piezas propias que interpreta en solitario y en otras de compañeros con los que tocó en Europa, como Gerardo Le Cam, Leonardo Teruggi, Néstor Díaz y Tomás Gubitsch.
“En ‘Entre pliegues’, tanto con la interpretación como en la composición, hay una voluntad de enriquecerse del tango para hacer tango y otras cosas y, viceversa, enriquecerse de toda la otra música para tener un discurso tanguero más personal”, describió a Télam Juanjo Mosalini acerca del álbum que en septiembre presentó en una las salas más prestigiosas de París, el Théâtre de la Ville
“Quizás no había encontrado, en todo este tiempo, un contenido que forme, como a mí me gusta, un cierto concepto alrededor del disco, con una identidad propia. Yo no quería un disco de bandoneón que contuviera los solos más conocidos, que tocamos todos, o una música demasiado disparatada -indicó-. Invitando a mis amigos, que me conocen tan bien, y poniendo además cosas tan personales, entendí que había llegado el momento de sacar un disco de bandoneón solo, con una marcada hegemonía, si bien el repertorio es bien rico dentro de su diversidad”.
Si bien en este trabajo se escucha una sensibilidad particular, una de sus piezas, “Canción para un hijo”, que el músico grabó a dúo con su padre, se convirtió en el último registro de Juan José Mosalini en un estudio antes de su fallecimiento, algo que le imprime un tono conmovedor a este trabajo.
El compositor y bandoneonista Juan José Mosalini fue una de las figuras más emblemáticas del tango argentina; a lo largo de su vida tocó con José Basso, Horacio Salgán, Osvaldo Pugliese, Astor Piazzolla, Leopoldo Federico y Juan “Tata” Cedrón, entre otros. Se radicó en París 1977 para dejar atrás la dictadura cívico-militar. Falleció el 19 de mayo de este año a los 78 años en Francia, donde residía,
“Tenerlo a papá en la grabación, sobre todo tocando ‘Canción para un hijo’, es un poco como la apoteosis del trauma de una vida, de mi padre que se fue de Argentina, que no lo tuve conmigo durante unos años hasta que yo pude viajar hasta Europa”, dijo el músico.
“Y es el resumen de esa separación, que está en el texto de la canción -continuó-. Y también ese es un recuerdo muy fuerte, no me faltan recuerdos con papá, pero es cierto que el hecho de saber que ese día conmigo guardó el instrumento y no lo volvió a sacar nunca más es muy particular, es muy fuerte y es una imagen; Si hay dos o tres imágenes para recordarlo a mi papá, esa seguramente quizás sea la más presente”.
Télam: ¿Sentís que de algún modo el disco condensa o sintetiza tu recorrido con la música, el bandoneón y el tango, desde la interpretación y la composición?
Juanjo Mosalini: Quizás sea justamente, por el tiempo de gestación, que este trabajo sintetiza y condensa todo mi recorrido. En cuanto al instrumento, la variedad de los caracteres de los amigos que invité, me ha permitido realmente exponer el bandoneón bajo estéticas bastante variadas y eso es un incentivo muy grande, el hecho de llevar el instrumento un poco por fuera de las fronteras tangueras y darle algunos acentos más originales dentro de la manera de tocar. Con respecto a la escritura y a la composición, como músico del género, la relación que tengo con el tango, siendo un músico que nació ya fuera del período tanguero inicial, es un poco particular. Hoy por suerte nuestro género tiene una actualidad con mucho vigor, que es muy rica y ya la manera de considerarse un músico de tango no es la misma que cuando yo comencé, pero me quedan las “heridas”, de haber comenzado una carrera dentro de un género casi, no diría muerto, pero sí muy dormido. A su vez, siendo hijo de mi papá, yo tenía la presencia de toda la fuerza del tango muy viva y muy dentro de mi cotidiano. Había esa dicotomía entre lo que a mí me llegaba y la realidad con el público.
T: ¿Cómo describirías esa búsqueda estética que tiene el corazón en el tango pero que se permite cruzarlo con la música de cámara y con el folclore en “Zamba del adiós”?
JM: El sonido del disco tiene que ver con el desarraigo, con el estar fuera de casa, el estar lejos de los míos, en particular. Uno lo tapa, para no estar sufriendo todos los días, pero la necesidad de ir a buscar, en este caso, a mi abuelo en el cotidiano para intentar tenerlo cerca pese a la distancia, es realmente lo que movilizó este tema. A su vez, cuando a mí me hablan de que el tango y el bandoneón tienen elementos nostálgicos,
es algo que en cierta parte me molesta, o sea, yo lo veo más como una fuerza que como algo negativo, porque la nostalgia tiene ese aspecto de “spleen” (estado de melancolía sin causa definida o de angustia vital de una persona), que es “muy para abajo”. Y yo, en cambio, creo que incluso dentro de ese “spleen” , uno puede encontrar la fuerza y la energía para hacer algo profundo. Entonces la estética para mí, tanto en la interpretación como en la escritura, es realmente la de buscar la profundidad.
La pasión por la música de cámara surge del entender que un sonido logrado de a varios es algo que hace crecer la música de manera exponencial: el hecho de tener todos el mismo gesto le da a ese gesto una cosa muy potente, muy interesante, por eso me gusta mucho trabajar y ensayar con los colegas y construir ese sonido singular de grupo con cierto recorrido.
El hecho de que Néstor Díaz me haya escrito la “Zamba del adiós” es algo que tiene que ver con mi amistad con él, con nuestra historia, él me conoce muy bien. Y el folclore es ese género de mi país que, al tenerlo lejos, me pega un montón. Como el tango es mi cotidiano, no diría que uno pierde la sensibilidad pero sí se inmuniza contra la emoción y lo veo de una manera más analítica, más intelectual, en cambio el folklore me llega de lleno al corazón, incluso si uno tiene la ventanita cerrada, el sonido pasa y entra, no hay protección que funcione; no es mi género pero sí forma parte de mi ADN y me emociona con mucha autenticidad.
T: ¿Cuánto influenció en tu música el hecho de hacer tango viviendo en Francia?
JM: El hecho de vivir en París y ese desarraigo con la música, dado que no es la música que se hace acá, tuvo influencias no por estar en Francia sino por no estar en Argentina, sobre todo. El hecho de no tener una cantidad de colegas como para salir e ir a escuchar tango con otros creadores cotidianamente, esa realidad que yo viví cuando comencé a trabajar, en los `90, teniendo 20 años, hoy ya cambió porque toda
esa generación que está aquí en Francia haciendo tango, constituye una familia bastante numerosa y los jóvenes actualmente tienen la suerte de poder generar intercambios entre sí con diferentes intenciones. Hay una riqueza de la vida tanguera muy linda y muy importante.