Este martes 12 de enero comenzó la campaña de vacunación masiva contra el covid-19 en México. Aunque será un proceso largo y complejo, al igual que en todos los países, es el esbozo de una luz al final del túnel. Un largo y cansado túnel pero cuya salida se empieza, finalmente, a percibir como posible, inundando a la población entera de esperanza.
La aplicación de la vacuna es, en primera instancia, una excelente noticia en términos médicos y sanitarios justo cuando en América y Europa se están rompiendo récords de contagios diarios y los sistemas de salud están desbordados o a punto de hacerlo. Y aunque la aplicación, cobertura y resultados no sean inmediatos, es el principio de una tregua que llegará para todos los sistemas de salud en todo el mundo. Por otra parte, la vacuna también es una llama de esperanza para la reactivación económica mundial, pero más urgente para la gente más pobre o para los países con altos porcentajes de economía informal, como es el caso de México.
Ya en diciembre habían llegado casi 50.000 dosis de la vacuna Pfizer, siendo México uno de los primeros diez países en el mundo en recibir este fármaco, que comenzó a aplicarse inmediatamente entre la gente del sector salud que trabaja en el área de urgencias covid-19. Pero el martes pasado se recibieron otras 450.000 dosis que se aplicarán en tres días solamente en 879 hospitales, por lo que al final de la semana ya tendremos a medio millón del personal de salud vacunado. Era algo ya apremiante para estos héroes que han vivido meses de trabajo y presión extenuante.
Debido a que el tema es una cuestión de seguridad y urgencia nacional, el gobierno mexicano ha dispuesto que el plan de distribución y logística de la vacuna sea llevado por la Secretaría de la Defensa Nacional a través de 879 Brigadas “Correcaminos”, que se componen de dos servidores de la Nación, dos promotores de programas sociales, cuatro elementos del Ejército (Marina o Guardia Nacional), un enfermero, un médico y dos voluntarios.