Desde San Pablo
Testigo de una época fértil en utopías revolucionarias, dictaduras genocidas y líderes que hicieron historia, Fernando Morais es un retratista consagrado. Periodista, escritor y biógrafo, acaba de publicar en la Argentina el primero de los dos volúmenes sobre la vida de Lula. Es un trabajo sobre el político que podría ser por tercera vez presidente de Brasil y que este hombre nacido el 22 de julio de 1946 en Mariana, Minas Gerais, pudo realizar por la estrecha relación que mantiene con el máximo dirigente del PT hace más de cuarenta años.
-¿Quién es Lula para usted?
-Es muy difícil definirlo. Yo por haber sido por sesenta años periodista y buena parte de ese tiempo, periodista de política acá en Brasil y un poco en América Latina, tuve el privilegio, la oportunidad de conocer a un montón de dirigentes, jefes de Estado, en Argentina, en casi todo el continente. Gente de antes y de después… Por ejemplo, entrevisté a Somoza dentro de su despacho y me llamó la atención que él se vestía muy elegantemente. Parecía que tenía un traje de Prada o cosa semejante pero llevaba puesto un sombrero de cowboy. Fue poquísimo tiempo antes de la caída de la dictadura y después hice una larga entrevista con Daniel Ortega y su hermano más joven, Humberto. Que tenía un problema en un brazo y que fue general…
Lula y Fidel
– Fernando, le pregunté por Lula y se fue a Nicaragua. ¿Por qué hizo esa asociación?
– Lo que pasa es que en ese momento Lula fue enseguida para Nicaragua. Un año y pico después, yo estaba participando en La Habana de un Encuentro Internacional por el No pago de la deuda externa. Algo convocado por Fidel. Y cuando terminó, fui a despedirme de él a su despacho y me preguntó: “¿tú te vas ya a Brasil?” Y le dije: “No, estoy desesperado porque necesito un boleto para irme a Managua. Mañana es el primer cumpleaños de la Revolución y yo sé que Arafat va a estar allá y quiero pedir una entrevista con él. Y Fidel me dijo; “vení conmigo”. Fuimos con el avión vacío. Solo yo y Manuel Piñeiro, Barbarroja. Cuando bajamos por la escalera del avión del aeropuerto Sandino en Managua, Fidel en primer lugar y yo atrás, estaba ahí junto a Daniel Ortega, junto al canciller, padre Miguel D’Escoto, mi amigo de la infancia Frey Betto, porque somos del mismo estado, Minas Gerais. Y al lado de él apareció Lula, al que yo conocía de las huelgas aquí en San Pablo. Tuvimos el privilegio de presentar yo y Betto a Lula y Fidel. Era el 19 de julio de 1980. Y ahí nacieron dos amistades paralelas. La de Betto con Fidel que al final se convirtió en el libro de Conversaciones con Fidel, y una relación con Lula que duró hasta el funeral de Fidel, al que viajamos juntos.
– ¿Con los años, cómo continuó ese vínculo entre Castro y el actual candidato a presidente brasileño?
– Fidel pasó a tener un papel muy significativo en la historia de Lula… Lula había perdido una elección y estaría depresivo años después. Cierta vez Fidel le dijo: “me comentaron que vos tuviste un millón y pico de votos y él le respondió, sí”. Fidel entonces agregó: “¿Estás depresivo por esto? Sí, sí, voy a volver a la vida sindical, voy a hacer una contribución más significativa para los trabajadores”. Y Fidel le comentó: “no, no, ¿me permites discrepar contigo? Desde que se conoce la institución de la elección en una comunidad para escoger a alguien, desde que esto fue inventado, no hay un solo caso de un obrero de mano dura y sin un dedo, que haya recibido un millón doscientos mil votos en una sociedad tan conservadora como Brasil. Yo estoy seguro del mejor servicio que tú puedes hacer…”
-¿Fue testigo de ese diálogo?
– Sí y no hubo una reacción inmediata de Lula. Tomó el consejo de Fidel y la verdad es que la primera elección meses después, él salió candidato en la constituyente al final de la dictadura militar. Lula recibió la más alta votación de Brasil hasta entonces. La mano de Fidel fue esencial para recapturar a Lula en la vida política y que se sacara cierto prejuicio que tenía de los políticos en general.
Lula y el hambre
-¿Cuánto de ese Lula sindicalista, que creó el PT, que fue preso en la dictadura, usted ve en este Lula actual, el candidato que va por su tercera presidencia?
– Todo, todo. Y él no tiene pudor de decirlo. Mucha gente le pregunta aquí, le pregunta en Alemania, le pregunta en África del Sur, ¿Cuál fue el secreto? el truco para hacer el milagro de una verdadera revolución, de poder darle de comer a cuarenta millones de personas sin hacer una revolución sangrienta y la gente le pregunta: ¿qué línea económica seguiste? ¿Qué escuela de economía? ¿Cuál fue el método que adoptaste? y él dice: “no, no. Fue mi mamá, nosotros éramos siete hijos y nuestro padre nos abandonó y todos teníamos que trabajar y cada uno al final del mes le entregaba el sueldo intacto a la vieja. Ella hacía un bolo (pozo) general y redistribuía primero el básico a todos: la farmacia, el carnicero, la ropa y no sé qué… Si sobraba algo ella lo volvía a redistribuir entre los hijos pero no en la misma proporción que cada uno había entregado. Socializaba. Decía, tu hermana va a cumplir quince años, va a bailar en el club y entonces le decía a otro hijo. Este mes no vas a tener dinero para cigarrillos. Entonces, Lula dice que no hay secreto para eso. Sí que hay que saber de quién tú vas a sacar, para distribuir a los demás. Es el método de doña Lindú, pernambucana como él. La vieja era dura. Se separó del marido porque tomaba mucho y no aguantó más la violencia contra los chicos. Les pegaba y pegaba pesado.
-Se puede decir que Lula es un resiliente por todo lo que pasó, que incluye la pérdida de dos esposas, la cárcel, la prohibición de ir al entierro de su hermano cuando estaba en prisión en Curitiba, las persecuciones…
– Yo creo que Lula es un sobreviviente. No solamente porque sobrevivió a las condiciones del nordeste de aquella época, que eran miserables en los años ‘40. Primero, sobrevivir a eso ya es un prodigio. Después, ganarse la vida con la dificultad que se la ganó. Ir preso como líder sindical, perder varias elecciones o por manipulación de votos, como pasó con Collor, que fue un montaje, una trampa que montó TV Globo. Él perdió la primera elección con ese fraude y la segunda, y la tercera, y cuando la gente ya imaginaba que este tipo no aguantaba más, él ganó. Ganó en un país de una élite egoísta, primitiva. Salir por la noche en San Pablo es una cosa que te corta el corazón. De miserables y miseria, una cosa brutal… Lula está muy tocado por la situación de esta gente porque él vivió de alguna manera el hambre, no tener qué comer.
Líder latinoamericano
– Lula es tal vez el político más carismático de América Latina. ¿Es natural en él esa condición o la construyó a lo largo del camino?
– No, no, es algo natural y él es un tipo que retrata bien lo que es el brasileño medio o medio bajo de los brasileños. Cuando él habla en la TV o en campaña, la gente, principalmente la gente pobre, lo identifica como uno de ellos. Porque él no está hablando de números, de la facultad de Economía, no está hablando del PBI, comparando el nuestro y el de Argentina. El que está hablando ahí es él, es su vida, es la vida de mi padre, de mi madre, tienen confianza en ese tipo porque no está haciendo una dramatización y hay un dato, además del origen social, personal, y es que se trata de un tipo muy cariñoso.
– Usted en su libro editado en portugués vincula sus dos detenciones, aquella de las huelgas de San Pablo hace más de 40 años y los 580 días que pasó en Curitiba entre 2018 y 2019. ¿Encuentra alguna relación entre los dos hechos?
– Por eso decidí que el primer tomo de Lula no fuera una biografía convencional. Voy a aprovechar ahora el pensamiento de un muerto, Godard, que se fue hace pocos días y tenía una frase muy curiosa. No sé de qué película de él. Quizás Pierrot Le fou (Pierrot el loco), y cuando le Cahiers de Cinéma le hizo una crítica muy dura, porque decía que no tenía pie ni cabeza, él entonces dijo: “Toda buena historia debe tener comienzo, desarrollo y fin, pero no obligatoriamente en este orden. Entonces yo en lugar de empezar el libro poniendo Lula nació el día tal y vivió en… lo comencé como un instant book, con un retrato de la prisión donde estuve junto con él y por coincidencia con esa situación, cuando en 1980 la policía también lo corrió. Entonces, me dije: tengo dos prisiones del mismo personaje en dos países distintos.
– ¿Por qué?
-El Brasil de 1980 no es el 2020. Y a pesar de esto, Lula se convierte en un enemigo de la élite. Porque la misma gente que lo mandó a detener en 1980 es la que está detrás de la persecución actual, ¿Para qué? Porque el golpe no fue contra Dilma. El golpe fue contra Lula. Dilma fue un obstáculo, apenas para que llegaran a Lula. Porque querían impedir que fuera presidente en 2018. Y ahora vieron que era imposible mantenerlo en la cárcel. Yo debo decir que no tenía esperanzas de que saliera tan temprano porque había demasiados intereses contra la liberación de él, intereses poderosos, desde políticos hasta intereses materiales, de las élites, de las transnacionales, de Estados Unidos…
Libros y campaña
– Usted ha sido un político que ejerció cargos en la función pública: secretario de Cultura y Educación en San Pablo, también diputado estadual ¿Participó en esta campaña con Lula?
– Esta vez mi papel fue mucho menor que en las anteriores elecciones, porque estaba involucrado en el libro. Lula no lo leyó, no vio los originales. Lo único cierto que tenía con él es que el día que lo cerráramos y él lo autorizara, debíamos resolver una cuestión. Porque si no podía haber una pelea y “yo no quiero pelear con vos, por eso no voy a leer los originales” me dijo. Una vez que estuvo pronto y llegó a mis manos el primer ejemplar, se lo hice entregar en la escalera de un avión antes de un viaje a Alemania para encontrarse con Merkel. Pedí que se lo dieran. Ése es el primer tomo publicado en Brasil, que el 30 de septiembre pasado fue lanzado en la Argentina.
– ¿Cuándo saldría el segundo tomo sobre la biografía de Lula?
– El libro debería haber salido pero yo quiero esperar el resultado de la elección y no publicarlo antes. Está programado para junio, en el primer semestre de 2023. Ya está en Argentina el primer tomo. Van a ser dos volúmenes con Planeta.
Contacto en Argentina
– ¿Con qué personaje tuvo más afinidad entre los políticos argentinos?
– Yo me aproximé mucho de Néstor Kirchner, por la vía de su relación muy afectuosa con Lula. Viví más cerca de Argentina durante la dictadura porque varias veces estuve ahí a pedido de la iglesia, del cardenal Evaristo Arns. Hay un pasaje muy interesante porque había una muchacha cuyo hermano era dirigente de Montoneros, mi tocayo Fernando Vaca Narvaja. La hermana de él estaba por ser detenida, Patricia. Y la iglesia de Argentina, un sector, porque la jerarquía estaba con la dictadura, le pidió al cardenal de San Pablo que destacara a dos personas para ir a la Argentina y traer clandestinamente a esa muchacha que estaba siendo buscada por sus ligaciones con el hermano. Yo y una monja que era de la comisión internacional de Justicia y Paz de la iglesia, fuimos con un plan montado que tenía detalles que no vienen al caso. Y conseguimos traerla de vuelta para Brasil. Hace algún tiempo me pasó por la cabeza. ¿Dónde andará esta muchacha que era tan joven y después fue embajadora de la Argentina en México? Y a Patricia Vaca Narvaja la encontré en Google.
El encuentro con Spike Lee
Fernando Morais tendió un puente entre el cineasta Spike Lee y Lula para que se conocieran. El director de “Haz lo correcto” y “Malcom X” consiguió entrevistarlo en Brasilia, hará unos diez años. El recuerdo de aquel encuentro habla de una de las cualidades del candidato a presidente: su proximidad con la gente, de cualquier condición social o popularidad.
“Para que tenga una idea. Spike Lee estaba haciendo un documental sobre Brasil y me pidió que lo ayudara aquí en algunas cosas y una de ellas era conseguir una entrevista con Lula. Ya no era más presidente y se encontraba en Brasilia y lo llevamos ahí a Lee, y le dije a él: no creo que vayan a salir tantas cosas, porque el director estaba preocupado con una cuestión del racismo. Los dejé con el intérprete y los camarógrafos de Lee y aproveché para salir a fumar mi puro. No podía más. Cuando volví, los dos hablaban como si fueran amigos de treinta años. Era una cosa mutua. Se tocaban, Lula le pasaba una mano por su cabeza como si fuera un hijo, y estaban los dos discutiendo de fútbol, que le gusta tanto como a Lula. Sabía nombres de jugadores de la Argentina, de Brasil, de los años 40, de los 50, de partidos, que cuando mengano hizo el gol así y discutían. Esto es natural en Lula, sea con Spike Lee, con Mandela o con George Bush. Yo creo que mucho de la autoridad internacional que él empezó a tener vino de esta facilidad de encantar a la gente, no importa con quién sea.”