Más de 57 millones de personas eligieron este domingo en Brasil otro modo de sentir, de actuar y de vivir que el que viene imponiendo Bolsonaro desde que llegó al poder con su impronta fascista y oscurantista. Sin embargo, las repercusiones de los resultados de las elecciones parecieron haber dejado la idea de dos triunfos: uno de Lula y otro de Bolsonaro. Entonces vale la pena preguntarse: ¿Qué tanto se acerca esta idea a lo que está aconteciendo hoy en el país vecino? ¿Por qué se generó la sensación de que la victoria de Lula no fue del todo suficiente y la derrota de Bolsonaro no fue del todo contundente?
Lula ganó las elecciones con más de seis millones de votos de diferencia, y en los discursos que han dado los candidatos al final de los resultados hemos visto dos posiciones muy distintas: la posición de Lula, que se mostró dispuesto a encarar, todavía con más fuerza, los próximos 30 días la lucha, y la posición de Bolsonaro, que con su cara compungida nos recordó una vez más que es alguien que no le gusta que lo contradigan, y que venía diciendo que ganaría en la primera vuelta y que no solo perdió sino que, seguramente por los números y todas las estadísticas que lo indican, va a perder también en la segunda vuelta frente a un rival que ya ganó la presidencia de Brasil en dos oportunidades previas.
Pero también hemos visto dos actitudes muy diferentes, más y menos alegres, más y menos tristes o desoladas, tanto de periodistas ligados al PT, de militantes y seguidores de ese partido, como también de algunos diarios, especialmente de la izquierda radical brasilera, que parecieran estar demasiado preocupados por la cantidad de bolsonaristas que hay en sus estados, especialmente en el sur de Brasil, y que prefieren poner más el acento en eso que en la hazaña que significa que Lula, prácticamente conductor principal de este proceso mucho más que los partidos o el partido mismo que lo apoya, haya triunfado en estas complejísimas elecciones.
Es por esto que hoy resulta importante destacar, todavía más aún, la victoria de Lula; porque estamos hablando de un gran conductor que, con ideas diferentes pero con la talla de conductores como Fidel Castro o Perón, ante las dificultades, lejos de melancolizarse, es capaz de tomar la fuerza necesaria para poder enfrentar con más calidad revolucionaria el desafío que se le presenta, porque es el único que parece capaz de abrir una conversación diferente ante la crisis y la grieta brasilera existente hoy, y por eso mismo también se explica su triunfo.
La noticia que hemos recibido el domingo a la noche, después de un escrutinio muy tenso, merece realmente una reacción de alegría y no una reacción donde se pone más el acento en lo malo que fue que en lo bueno que puede advenir, porque asombrarse porque hay muchos bolsonaristas vecinos en los estados es también no querer ver que el fascismo, cuando llega al poder, tiene una tendencia enorme a crecer. Y eso es ahora lo que hay que ir rasgando, quebrando, de a poco y en la medida de lo posible, con aquellas alianzas que perciban la posibilidad de que lo que importa y lo que importó en estas elecciones fue básicamente lo que cantó más de la mitad del pueblo brasilero: “Fuera Bolsonaro”.
Además, siempre es bueno recordar que por su historia y por ser un imperio fundado en la esclavitud, cuando hablamos de Brasil estamos hablando de un país que tiene una diversidad y una complejidad para el análisis muy particular. Y esa diversidad y esa complejidad hacen que sea muy difícil hablar solamente de un Brasil. Luego de las elecciones parece que hay por lo menos ya dos países, el sur y el norte, pero en realidad hay centenas de comunidades y de experiencias culturales diferentes en el país vecino.
Básicamente, lo que se libró en esta elección fue una batalla cultural en la que ganó la experiencia, el liderazgo y la fuerza de Lula, que supo captar las miles de reacciones de los grupos más diversos, los de militancia feminista, negra, indígenas, los del campo cultural, de la música, del teatro, del carnaval, que resistieron digna y democráticamente frente a la imposición autoritaria, brutal, violenta y fascista que traía Bolsonaro.
Osvaldo Saidon es psicoanalista. Analista institucional.