La guerra contra el narcotráfico que comenzó en México en 2006 provocó que la cantidad de cuerpos que ingresaban a los anfiteatros aumentara tanto que, para fines de 2019, por lo menos 38.891 cadáveres no habían logrado ser identificados debido al colapso de los servicios médicos forenses.
Así lo revelaron los periodistas Efraín Tzuc y Marcela Turati en una investigación publicada en el sitio Quinto Elemento y que analiza por primera vez una de las facetas más trágicas dejadas por la estrategia bélica antinarco iniciada por el expresidente Felipe Calderón y que, en lugar de mermar el tráfico de sustancias ilícitas, solo incrementó la violencia en todo el país.
La paradoja es que, mientras los cuerpos sin identificar se siguen acumulando en las morgues o terminan en cámaras frigoríficas, fosas comunes o escuelas de medicina, decenas de miles de familias siguen buscando a sus desaparecidos, en muchos casos, con sus propias manos.
Los periodistas demostraron la opacidad de la información oficial en torno a la crisis forense, ya que los datos de los cuerpos anónimos muchas veces ni siquiera quedan en los registros estatales y son dejados en funerarias o incinerados, eliminando así la posibilidad de que en algún momento se pueda recuperar su identidad.