Qatar acoge desde hoy la Copa Mundial de la FIFA con vocación hospitalaria pero expuesto a la resistencias de Occidente por las denuncias de libertades restringidas en el país, primero del mundo árabe en organizar la competencia.
El juego inaugural entre el anfitrión y el seleccionado de Ecuador, dirigido por el argentino Gustavo Alfaro, marca la apertura de un programa comprimido de 64 partidos a disputarse bajo el calor otoñal del Golfo Pérsico en ocho estadios de última generación, siete de ellos construidos especialmente para el torneo.
Serán 29 días de competencia en los que 831 jugadores de 32 selecciones pugnarán por el sueño de levantar la seductora copa de 6,142 kilos de oro macizo ante 80.000 espectadores en el Estadio de Lusail, el 18 de diciembre.
Lionel Messi, de 35 años, se convertirá en el único futbolista argentino en disputar cinco Mundiales, con ilusión de revancha por la final perdida en Brasil 2014, después de ganar el año pasado la Copa América que lo liberó de la pesada carga sin títulos en la selección absoluta.
El brasileño Neymar (30), el francés Kylian Mbappé (23), el portugués Cristiano Ronaldo (37) y el inglés Harry Kane (29) también serán parte de la constelación que alumbrará los campos del desierto qatarí.
El vigente campeón mundial, Francia, que sufrió pérdidas de consideración por lesiones (Paul Pogba, N´Golo Kanté, Presnel Kimpembe y Karim Benzemá), defenderá la corona alcanzada en Rusia 2018 bajo la amenaza de la Argentina, titular sudamericano y dueño del invicto más largo de su historia (36 partidos) y el intimidante Brasil de Tite.
El equipo de Lionel Scaloni, que tendrá un apoyo presencial aproximado de 40.000 argentinos, despertó el máximo interés en las instancias de venta de entradas: sus tres partidos del Grupo C ante Arabia Saudita, México y Polonia se jugarán con aforo completo, los dos primeros en Lusail, el escenario de mayor capacidad.
Inglaterra, dueña del plantel con mayor valor de mercado (1,260 millones de euros); Portugal, con jugadores consagrados en clubes de las principales ligas del mundo; España y Alemania, apoyados en una nueva generación de talentos; Bélgica, número 2 del ranking FIFA, y Croacia, subcampeón del mundo, completan la nómina de aspirantes por Europa, que monopolizó la gloria mundialista en las últimas dos décadas.
Qatar 2022, primer Mundial sin Diego Maradona, será pionero por dos aspectos en el plano del referato. La francesa Stéphanie Frappart, la ruandesa Salima Mukansanga y la japonesa Yoshimi Yamashita -árbitras principales- más la brasileña Neuza Back, la mexicana Karen Díaz Medina y la estadounidense Kathryn Nesbitt -asistentes- serán las primeras mujeres de la historia en actuar en la máxima competencia del fútbol masculino.
El platense Fernando Rapallini y el bahiense Facundo Tello lideran una delegación de siete árbitros argentinos que se completa con los asistentes Juan Pablo Belatti, Diego Bonfá, Ezequiel Brailovsky, Gabriel Chade más Mauro Vigliano como uno de los operadores del sistema VAR.
A la vez, la FIFA empleará un novedoso programa de tecnología semiautomatizada para resolver situaciones de fuera de juego. Doce cámaras instaladas bajo la cubierta de los estadios captarán los movimientos del balón y hasta 29 puntos de datos de cada jugador, 50 veces por segundo, para calcular sus posiciones exactas sobre el terreno de juego y determinar de forma inmediata si la posición de un futbolista es o no reglamentaria.
Polémicas y resistencias
Fuera de lo futbolístico, Qatar 2022 nació y se desarrolló como un evento ligado a diferentes polémicas y resistencias. Por caso, la elección que ganó el 2 de diciembre de 2010 con acusaciones de sobornos disparó una investigación en la FIFA y la justicia internacional que significó la caída de toda una generación dirigencial, con el expresidente Joseph Blatter a la cabeza.
Las críticas también se centraron en la obligación de modificar los calendarios deportivos internacionales, dada la imposibilidad de jugarlo a mitad de año, como es tradición, por las infernales temperaturas en Medio Oriente.
El emirato árabe, dueño de la tercera mayor reserva de gas en el mundo, dispuso una inversión directa en infraestructura de aproximadamente 6.500 millones de dólares y espera un retorno económico de 16.600 millones.
Además de los siete estadios levantados, a excepción del remodelado Khalifa Internacional, el Gobierno qatarí construyó un nuevo aeropuerto, rutas, hoteles y una moderna red de transporte público (metro, tranvía y ómnibus) que será utilizada de forma gratuita por el millón y medio de turistas que se espera durante el Mundial.
El faraónico plan de obras escondió uno de los temas más sensibles: el trato a los trabajadores migrantes. El periódico británico The Guardian y Organizaciones No Gubernamentales (ONG) denunciaron que 6.500 obreros de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka murieron en Qatar durante los preparativos del torneo.
Las estadísticas, elaboradas sobre la base de los informes de las Embajadas de los países involucrados, fueron categóricamente desmentidas el secretario general del Comité Supremo de Qatar 2022, Hassan Al Thawadi, en una entrevista con Télam.
Los señalamientos recibidos generaron una apertura de la legislación laboral qatarí que se tradujo en la abolición del sistema “kafala” (patrocinio), mediante el cual un trabajador migrante quedaba atado a su empleador para cambiar de empleo o salir del país.
No obstante, persistieron las acusaciones sobre condiciones de hacinamiento, extensas jornadas de 14 a 18 horas, exposición a temperaturas que puede alcanzar los 50 grados, impagos o retrasos en la percepción de los salarios y, en algunos casos, obligación de entregar el pasaporte al contratista.
Paralelamente, desde la cultura occidental, arreciaron críticas por la desigualdad que sufren la mujeres y la discriminación de la que son víctimas los miembros de la comunidad LGBTIQ+ en un país donde la homosexualidad es considerada un delito.
En la agenda de discusión también quedaron planteados temas de menor gravedad pero asimismo polémicos como el derecho a la vestimenta y al consumo del alcohol de los visitantes, que se supone flexibilizado, aunque igualmente limitado.
Todos esos aspectos de convivencia entrarán en tensión cada día de la Copa del Mundo sobre las calles de Doha y sus alrededores, donde se desplegarán unidades especiales antidisturbios procedentes de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia y Corea del Sur para que todo transcurra en paz.
En favor de ese objetivo, la FIFA intervino con un mensaje enviado a todas las federaciones de los países participantes con el pedido de “evitar batallas políticas e ideológicas” durante la competencia.
Fiel al principio de neutralidad que la distingue, la entidad con sede en Zúrich sugirió que sólo “el fútbol ocupe un lugar central” en la agenda de los equipos nacionales, luego que algunos deslizaran la idea de solidarizarse con distintas luchas.